La ventaja de vivir en una ciudad pequeña muchas veces hace que podamos disfrutar de estampas que en una más grande pasarían desapercibidas. O peor no existirían.
Hoy paseando a las 12 h. en una de las calles se ha instalado un puesto de venta de castañas asadas, y con una temperatura de 18 grados y un cielo sin una sola nube, rodeando el puesto había tres niños no mayores de 6 años con un adulto y la Sra. vendedora de castañas les ha ofrecido una a cada uno para que las probaran.
Ayudados por el adulto han conseguido pelarlas saltandola de mano en mano para no quemarse y finalmente comérselas.
Claro está, en ese mismo momento yo he pedido mi cucurucho para imitarles.
Es muy agradable recordar escenas, olores y sabores.
Me encanta pasear por los rincones de la cuidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario